Un cuento chino
Pues eso, que mi padre está de Rodríguez, y no os vayáis a creer que está triste, no que va, está como Dios: con sus comidas ricas en colesterol, con la presión más descontrolada que el vestuario del Barça, con control absoluto del mando de la tele, con el que se ha fusionado, mediante un extraño tejido mitad piel, mitad restos de pizza 4 estaciones, su favorita, con extra de queso, creando un bloque uniforme, indivisible, indestructible, y si tratas de separarlos, amenaza con fusionar la otra mano, con el pela patatas, arma que maneja a la perfección, pues tuvo una mili dura y larga, como las de antes.
El fin de semana, fuimos Akroon y yo a visitarlo, con el temor de que las ratas hubieran tomado el control de la casa, pero para nuestra sorpresa, la choza estaba en buen estado, no para superar un examen exhaustivo del mayordomo del algodón, pero lo suficiente como para que los ácaros no encontraran condiciones favorables para crear una de sus típicas colonias.
Manteniéndose firme a su filosofía de: “si no ensucias, no tienes que limpiar”, conservaba la casa, tal y como mi madre la había dejado, literalmente. Como mi madre conoce a mi padre, desde mucho antes que yo, astutamente, había dejado etiquetas adhesivas por toda la casa: En el horno, en la nevera, en la lavadora, en la cafetera, en el secador de pelo, etc., con sus correspondientes instrucciones de uso, y en cada una de ellas, en Arial Black 72 subrayado, había añadido el teléfono de los bomberos, por si acaso.
Para no traicionar su fe, y mantener la casa limpia una semana más, decidimos ir a comer afuera, y como era final de mes, Akroon y yo decidimos ir a un restaurante chino, que es más baratito.
Aunque es frecuente creer que todos los restaurantes chinos son iguales, a nosotros nos gusta uno en especial, porque el chino que lo dirige es muy simpático, es muy atento, tiene un buen nivel de español, lo que facilita la comunicación, pues de chino andamos flojos, y la cocina que hacen, es lo suficientemente buena, como para hacernos olvidar, todas las leyendas urbanas que hay en torno al controvertido tema de la total inexistencia de entierros chinos en nuestro país.
El chino que dirige el restaurante, no es tonto, y sabe muy bien que su clientela es poco formal, por lo que suele poner la tele, especialmente las noches que hay importantes acontecimientos deportivos, pero no esperaba que la tuviera encendida un domingo al mediodía. Como a mi me toco sentarme de espalda al televisor, no le di mayor importancia, y me puse a charlar con mi padre y con Akroon, cuando de repente, algo que salía de los altavoces del aparato, llamó mi atención: -“Takeshi, ahí está otra vez el Chino Cudeiro,…Takeshi, esta a punto de empezar la carrera…al turroooooooooooooooooooooooón!!!!”, ¿estaban los chinos realmente viendo HUMOR AMARILLO?, ¿era un brillante plan de marketing para dar más ambientillo?, ¿eran conscientes los chinos del restaurante, que HUMOR AMARILLO, es en realidad un programa japonés?, ¿os imagináis un restaurante español en China, donde pongan EL GRAN PRIX?, ¿Lo llamarían HUMOR BLANCO?...
Pues nada, como este post es más malo que el chiste aquel de: ¿que hace una china con un rubio?, y no espero que os motive lo suficiente como para hacer comentarios, os informo que este sábado cambio de número, fin de la crisis de los 40, por fin, con lo que podéis felicitarme efusivamente, con un comentario o dos, con lo que subirá un poco mi triste ranking de audiencia, que es bastante pobre, y si mucho os empeñáis, podéis hacer regalos en efectivo o en su equivalente en rollitos primavera.