22.11.06

Nada es lo que parece

El otro día tuve el honor de ser invitado a una fiesta sorpresa, en la que el homenajeado, cierto bloguero famoso, cuyo nombre no desvelaré, al que simplemente llamaré Piaggio, para mantener su anonimato, y además, porque no me da la gana de hacer promoción de su blog casposo, desde mi humilde paraíso blogueriano, fue realmente sorprendido. Se le quedó cara de Lunni, en una reunión de teletubis anónimos.

Siguiendo en mi línea de anécdotas, a las que ya os tengo ¿acostumbrados?, añadiré, que el tremendo parecido de este personaje de casi ficción, Piaggio, con sus guapísimas hermanas, me hacía errar continuamente, pues cada vez que alguna hacía acto de presencia en el local de reunión, yo, con mi habitual torpeza, rebuznaba: -“SORPRESAAAAAAAAA!!!”.

Anecdótico también, el nombre del lugar de encuentro, Bar Restauran “La Iglesia”…solo le falta la leyenda: Ideal para pecadores habituales, necesitados de una excusa razonable.

Ya me imagino a las sufridas esposas, cuando preguntan a sus respectivas causas perdidas favoritas: -“¿Me juras que irás a la iglesia, para pedir perdón divino, cariño?”, a lo que él contesta: -“todooooosh losh díaaaaaaash, vida bía, Buoooooooooooooorp!!!!...Abén”

Volviendo al tema principal de este post, fui afortunado, pues tuve el inmenso placer de conocer a una simpática pareja, cuyos nombres también mantendré en el anonimato, a los que llamaré simplemente: La simpática pareja, que para mi gozo y sorpresa, confesaron tímidamente, que se habían leído mi anecdótico y muy prescindible post titulado: El soplón, que como todo el mundo sabe, bueno, los 3 ó 4 que se lo han leído, narraba mi precoz y repugnante adicción a la nicotina, en formato pitillo, y la no menos repugnante traición, de mi precoz hermano Goku.

Descubrí con asombro, que la simpática pareja, no había dejado comentario alguno, y pensé que podía estar motivado por la vergüenza de que pudieran relacionarlos con semejante blogsura, y/o el miedo al consecuente rechazo social.

Al principio eran cordiales, aunque se mantenían a una distancia prudente, teniendo en cuenta los escasos 15 ó 20 m² del local, pero mi cada vez más preocupante y escasa materia gris, lejos de comprender lo que estaba pasando, decidió que debía arrinconarlos en una esquina, sin opción a fuga, y amenizarles la espera, con algunos de mis entrañables rollos primavera, y de paso, averiguar el motivo de su resistencia a comentar en mi decadente paraíso tropical. En eso estaba, cuando descubrí que tenían un hijo, que tenía la misma edad que tenía yo, cuando empecé a frecuentar sustancias, hoy día, perseguidas.

¡Claro!, de repente comprendí, temían que fuera una mala influencia para su inocente retoño, por lo que les propuse someterme voluntariamente a la prueba del polígrafo, oferta que por suerte declinaron, con la esperanza de poderlos convencer, de que la mayoría de las historias que cuento, apenas un 95%, están basadas en hechos reales, pero que un elevado 5%, era fruto de mi imaginación, vamos, que lo había dramatizado, fundamentalmente para evitar posibles altercados y/o querellas con los personajes implicados en dichas historias.

También traté de convencerlos, sin tanto éxito, de que me veía obligado a escribir cualquier cosa, pues inexplicablemente, por algún extraño fenómeno o conjuro informático, cada vez que lo hacía, el Betis salía beneficiado de alguna manera: pasando a octavos de final en la Champions…¿Cómo dices?, ¿qué no juega en la Champions?, no importa, pues en la copa del Rey, o en la Liga, o en el Mundial.

Después de tan agradable velada, reconfortados con mis muy destacables principios éticos y espirituales, llegaron a la conclusión de que era una persona aceptable, y que no era un peligro para la integridad moral de su hijo, pero se mantenían firmes en no escribir en un blog, y que ni por dinero iban a comentar en ningún post, y mucho menos en el mío, y lo defendieron con esta aplastante declaración: -“Si la peña quiere leer, que se compren un libro…”


P.D. A la simpática pareja: No me lo tengáis en cuenta...todo sea por el Betis. Un besote.

16.11.06

Anécdotas – 120 Millas por hora…

…mi padre es un tipo muy listo, y cuando me pilló con lo del tabaco, hizo lo peor que se le puede hacer a un niño de etnia catalana, me dijo lo siguiente: “Me parece muy bien que quieras fumar, pero te lo pagas tú”…No lo superé, y terminé por dejar el tabaco, y recordando las últimas palabras de mi abuelo, me resigné a no echar nunca un polvo.

Ante esta expectativa, tomé una decisión, aunque luego la olvidé, y al final opté por arrinconar este drama de adicción preadolescente, en un rinconcito de mi cerebro, uno que no uso a menudo, con la esperanza de que en un futuro, alguien inventaría el blog, y yo lo utilizaría para dar a conocer mis miserias al mundo entero, y Steven Spielberg, reconocido y ávido lector de blogs escritos en lenguas tercermundistas, sensible a ciertas causas perdidas, como por ejemplo el Estatut de Catalunya, acabaría leyendo mi blog, y me pediría los derechos de autor de esta y otras historias de mi vida misma.

Más tarde, entre Steven y yo, convenceríamos a Tom Cruise para que aceptara el papel de MMM, y a Charlize Theron para hacer de Akroon, que por cierto, cuando sucedió el episodio del tabaco, acababa de nacer.

Teniendo un futuro tan claro, pensé que no podía perder el tiempo en las aulas, por lo que pronto dejé los estudios, o quizás ellos me dejaron a mí, y me dispuse a disfrutar de la vida…

120 Millas por hora…

1988 - Estado de Michigan, U.S.A - a tropecientos mil kilómetros de Paradise City - 18:00 Zulu

Cuando Goku tenía 17 años, y yo 22, nos hallabamos en algún punto perdido de Estados Unidos, entre Texas y Michigan, o lo que es lo mismo, entre las fronteras de México y Canadá, con rumbo desconocido, pues como ya sabéis, no soy precisamente un hacha tomando decisiones, y a Goku le había dado ordenes estrictas de no tener iniciativa, abusando de mi rango de hermano mayor. Lo único que tenía claro, es que teníamos 16 días de vacaciones, dinero suficiente, un coche “prestado”, que mis padres no tenían ni puta idea de donde estábamos, y que aún no existía el “Quién sabe dónde”, de Paco Lobatón.

Era el año 1988, y en los USA, el Hard Rock y el Heavy, estaban en su máximo apogeo. De hecho, el motivo original del viaje, era el concierto Monsters of Rock¸ un acontecimiento heavy de casi 10 horas, en el que tocaban muchas de las bandas, a las que Goku y yo, rendíamos culto: Kingdom Come, Metallica, Scorpions, Dokken, y Van Halen.

Cuando terminó el concierto, teníamos una sordera del 97%, aunque algo si que oíamos, un piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii incesante, factor que impidió que pudiéramos comunicarnos correctamente para decidir que hacíamos a continuación, pero lejos de amilanarnos por esta situación, y con ganas de marcha, cogimos el coche que nos “prestó” una amiga, y decidimos emular a John Kerouac, cruzando el país en busca de sexo y aventuras.

Solo había un pequeño inconveniente, y es que Goku no tenía carné de conducir, y yo lo había perdido, por lo que era oportuno no tener ningún encuentro con la policía, y por si acaso, siendo de origen hispano, había que procurar no cruzar estados, en la que la pena de muerte estuviera vigente.

1988 era el gran año de los Guns and Roses y su “Apettite for destruction”, disco que nos acompañó literalmente, durante todo el camino hacía el norte. El coche que conducíamos, era un Suzuki Santana, que se podía descapotar, y Goku y yo, berreámos el “Welcome to the jungle”, el “Sweet child o’mine”, el “Paradise city”, y el “Mr. Brownstone” a grito pelao, uniéndonos al gran coro juvenil de conductores descerebrados yankies, contagiados también de la mala leche de la banda californiana, hasta quedarnos afónicos.

La velocidad de crucero, era de 80 millas por hora, unos 160 km/hora nuestros, por unas autopistas de puta madre, y haciendo turnos de 5 ó 6 horas cada uno, nos plantamos en la frontera de Canadá en muy poco tiempo, teniendo en cuenta que hacíamos paradas en parques de atracciones y otros lugares de dudoso interés, que ahora no voy a detallar para no hacerlo muy largo, y no escandalizar a nadie.

Una vez en la frontera norte de USA, en el estado de Michigan, mientras disfrutábamos de nuestra visita por la zona de los grandes lagos, nos dimos cuenta, que estando tan cerca de Canadá, teníamos la posibilidad de ver las cataratas del Niagara por el lado canadiense, donde la vista era mucho más espectacular.

Cruzamos la frontera, y nos dispusimos a conducir tan rápido como fuera posible hacía nuestro soñado destino.

El primer turno, una vez en suelo canadiense, lo hizo Goku, que a pesar de ser un demente, es un excelente e incansable conductor. Aproveché para sobar un poco, y quizás debido al marco ambiental de nuestra aventura, tuve un “Road dream”, que incluía el “Born to be wild” como banda sonora, con sus moteros, sus policías, sus persecuciones y sus sirenas: nino nino nino ninoooooooooooooooooooooooooooaaaaaa…lo de la sirena era muy real, casi tanto como cuando oyes el despertador por la mañana, y al persistente cacharro, por pesado, lo acabas incluyendo en tu sueño, con el consecuente “joder! me he vuelto a dormir…”. Lo de la sirena era tan real, que terminé por despertarme, y me di cuenta de que era verdad, había una sirena sonando, y que estábamos parados, y que en la ventanilla del conductor, había un moderno policía montado del Canadá, con cara de que se le había atragantado el Donut. El tío estaba blanco, y además, no entendía nada de lo que le decía Goku. Yo que me estaba recuperando del susto, del sueño, y que aún tenía los tímpanos cicatrizando por el vapuleo del concierto, también me puse blanco.

Le pregunté a Goku que había pasado, y enseguida me solidaricé con el policía, al ver que yo tampoco entendía lo que me decía. Después le pregunté al oficial, y me aseguró que habíamos sobrepasado todos los límites de velocidad existentes en este planeta. Me quedé mirando a Goku, que ponía su típica cara de “yonohesido”, y me contesto: -“Coño! a la máxima que marcaban las señales de tráfico, a 120 millas por hora…”. Le hice la traducción al policía, que estaba en actitud de pedir refuerzos, y de repente se puso a reír, y esto es lo que nos dijo: -“En Canadá utilizamos el sistema métrico decimal, y la señal que habéis visto era de máximo 120 km/hora…”

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Dedicado al Peasho, que ha cumplido 30 primaveras!!! Ya está macho, misión cumplida, fijo que el Betis vuelve a ganar esta semana...Ya hablaremos de la comisión.

7.11.06

Anécdotas - El soplón

Ante la sequía cerebral causada por el exceso de trabajo, pocas horas de sueño, las secuelas producidas por el cloroformo del hospital, que me provocó un mono más grande que King Kong, el constante bombardeo sónico, al que me someto voluntariamente, obra del último disco de Metallica, que ha masacrado sin piedad las pocas neuronas aprovechables que aún quedaban en mi cerebro, decidí no volver a escribir en el blog.

Estaba decidido a no hacerlo, y más teniendo en cuenta, que Peasho recibía más comentarios que yo, lo que me provocaba una inexplicable envidia enfermiza, que solo remitía cuando el Betis perdía.

Como aún recibo comentarios en mi cuenta de gmail, me di cuenta que algún despistado protestaba que no me prodigaba mucho, por no decir nada. He de reconocer que un poco de morriña tenía, pero estaba decidido a no escribir más, aunque pronto llegaron las indirectas, más tarde los insultos, y luego las amenazas personales, por parte de dos sujetos a los que llamaré Pedazo y Mammy, para no desvelar su verdadera identidad.

Ante tales muestras de cariño, era difícil negarse, pero teniendo en cuenta que no suelo tomar decisiones, habiendo tomado una, pensaba llevarla hasta el final.

Me compré un par de muñecos, a los que bauticé Pedazo y Mammy, dos nombres al azar, y empecé a clavarles agujas en la entrepierna, para ver si me dejaban tranquilo, pero los insultos no cesaron, por lo que al final me rendí y decidí volver, para aburriros con nuevas historietas de ayer y hoy, que no tienen ningún tipo de interés, pero por lo menos me servirá de terapia, o algo.

Empiezo pues, una serie de posts, a los que he llamado “Anécdotas”, así, porque si.

El soplón

Cuando tenía 9 años, decidí que ya era lo suficientemente mayor para empezar a fumar.

Mi temprana adicción, fue claramente influenciada por mi abuelo paterno, que era un ávido fumador de Rex, y que hasta el día de su muerte, a los 82 años, manifestaba: -“Si no puedo pegar unas caladas después de echar un polvo, ¿Para que quiero seguir viviendo?”

Lo del polvo no lo tenía claro, pero lo de fumar tenía que ser la ostia.

Organicé un club exclusivo para fumadores, con otros tres iluminados de mi cole.

La primera tarea fue descubrir cómo y qué íbamos a fumar. Por suerte, aunque los cuatro “socios” teníamos solo 9 años, aparentábamos 10, y no sería difícil convencer al estanquero, de que comprábamos el tabaco para alguno de nuestros padres.

Lo más difícil fue decidir qué marca o con qué tipo de tabaco queríamos empezar.

La primera elección fue sencilla, pues uno de los “socios” se había iniciado en una boda, con unos Fortuna mentolados, que era evidentemente tabaco para niños.

La primera cita, se organizó en el balcón de mi casa, pues mis padres trabajaban, y podíamos fumar en un lugar discreto y donde no se acumularían los olores.

Preparamos una cantimplora llena de agua rebajada con Licor del Polo, que tenía la difícil misión de engañar el superolfato de mi madre, que era capaz de saber con precisión digna de un sabueso, cuando había sido la última vez que me había puesto unos calzoncillos limpios.

El plan era perfecto, pero había un pequeño inconveniente de 5 años, mi hermano Goku, que estaba a mi cargo, y que no se conformaba con ser un mero observador y perderse la fiesta.

El muy cabrón amenazó con chivarse a mis padres, si no le dejábamos fumar, pero gracias a mis grandes dotes de negociador, conseguí convencerlo de que solo le daríamos una calada de vez en cuando, pues no tenía edad para fumar.

Todo salió como lo habíamos planeado, y a esta reunión le siguieron otras, pero pronto nos dimos cuenta que el Fortuna mentolado no copaba todas nuestras expectativas, y decidimos experimentar con sustancias más fuertes.

Un día me quedé flipando ante un anuncio en la tele, donde una negraza imponente, con una voz grave y sugerente, creo, anunciaba un tabaco llamado Mencey. El tabaco era negro, como la muchacha. ¡Joder! tabaco negro, seguro que eso era lo que mi abuelo llamaba un buen polvo.

Compramos la cajetilla de Mencey, bajo la atenta mirada del estanquero, que empezaba a estar un poco mosca, y nos fuimos a mi casa.

Como yo era el anfitrión, hice los honores, y le di una fuerte calada al cigarrillo, que inundó mis pulmones con lo que se me antojó la mierda más grande del mundo, y mientras me cagaba en la puta madre de la negra asquerosa del anuncio, hice un gran esfuerzo para no vomitar, y decidí que no debía privar de semejante placer a mis coleguitas. Me callé como un puta, y en vez de ofrecerles una calada de mi cigarro, les animé a que cada uno se encendiera el suyo.

Al cabrón de Goku, que también quería su ración de humo, le ofrecí una calada, y por poco echa la primera papilla, que debía estar guardada en algún rincón secreto de su estomago.

Las caras de mis colegas eran un poema, y verlos sufrir, casi me compensaba las nauseas y las vascas que me venían solo de pensar en volver a darle una calada.

Por decisión unánime, el tabaco negro quedó excluido de las sustancias tóxicas a las que nos queríamos exponer, y llegué a la conclusión que aquello no podía ser el polvo que decía mi abuelo.

Fueron pasando los meses, y nos convertimos en experimentados tragahumos. Pero nos volvimos descuidados, y un día, el combinado de agua con Licor del Polo, no quedó lo suficientemente fuerte, con lo que no pudimos engañar a mi madre, que ese día llegó más temprano y se olió algo, nunca mejor dicho.

Me acribilló a preguntas, pero no me sacó nada. No se quedó tranquila.

Despedí a mis socios, y me quedé en la terraza, jugando con Goku hasta la hora de cenar.

Cuando llegó mi padre, mi madre nos llamó para que nos laváramos las manos, que la cena ya estaba lista en la mesa.

Entré en el comedor, y ahí estaba mi padre sentado en el sofá, y justo delante de él, un cenicero con un cigarro encendido. No tenía nada de raro, excepto por el detalle de que mis padres no fumaban. Un sudor frío me recorrió la espalda, hice una finta, y pasé de largo, como si aquello no fuera conmigo.

Siguiendo mis pasos, iba Goku, que al ver el cigarro, lo cogió y le pegó un par de caladas, como si nada.

Mi padre tiene un carácter muy tranquilo, pero cuando se enfada, sonríe de una manera muy especial, que hace que los calzoncillos cambien de color. Por suerte, en toda mi vida, solo recuerdo haberlo visto enfadado así en dos o tres ocasiones…esta era una de ellas. Mientras Goku expelía el humo, mi padre le pregunto: -“¿y a ti quién te ha enseñado a fumar?”, a lo que él contestó tranquilamente: -“MM”…